Seguimos en guerra. No hay misiles ni bombas, ni siquiera balas aunque SI armamento: la Naturaleza nos ha declarado la guerra y ha puesto seriamente en peligro la vida de millones de personas lanzando esta pandemia invisible aunque mortífera.
Circulan rumores (como siempre que llega algo infeccioso), acusando a ciertos “Poderes” o individuos de haber desencadenado este ataque vírico (u otros anteriores), aunque nunca he creído ni creeré en esas teorías de conspiraciones apocalípticas que prefiero ignorar.
Nuestra Naturaleza, esa entidad que algunos llaman Dios, Ala, Buda, etc... (poco importa ahora) que ha sido despreciada, maltratada y herida por toda la humanidad, es mucho más sabia de lo que algunos pensábamos. Tiene poderes suficientes para demostrarnos que no va a consentir que sigamos destruyendo lo que tan pacientemente creó para darnos un hogar en el que vivir juntos en armonía.
Muchos pensaron ser los “reyes del mundo”, y en su excesiva soberbia, dieron todo el poder al nuevo "Dios Dinero", ese que siguen amasando día y noche sin descanso. El maléfico invento humano ha permitido vivir muy bien al 1% de la humanidad, condenando a la pobreza (incluyendo hambre y miseria) al 99% de sus semejantes, somos meros esclavos que sobreviven para seguir produciendo. En los países más pobres, aún está peor la situación, ya que su horizonte es la terrible muerte lenta provocada por unas necesidades básicas jamás cubiertas.
La poderosa aunque ínfima minoría, se ha ido adueñando de todos los recursos naturales. Ha destruido y quemado bosques. Extraído del subsuelo minerales, petroleo, y demás riquezas que nunca fueron suyas sino de todos y para todos.
Para convencernos al resto de participar en su expolio, nos han comprado con espejismos de lo que ellos llaman “felicidad”, hasta convertimos en adictos a la “posesión”. Así caímos en la trampa. Compramos su sueño e inundamos nuestra vida de ingenios electrónicos, nuestras calles de coches, la atmósfera de humo, la tierra de cemento, los ríos y mares de plásticos nocivos, y creímos “reinar” durante un tiempo sobre la "madre tierra" como si la obsesiva posesión material de móviles, coches, patinetes y demás chorradas, nos convirtieran en dueños absolutos del universo.
Lo miremos como lo miremos, la naturaleza nos acaba de mandar un muy serio toque de atención en forma de inédita crisis sanitaria, que ahora mismo, azota a todos los espacios habitados por los seres humanos. En el primer mundo, los más afortunados (da igual ricos que pobres) estamos confinados en nuestras viviendas a la espera de un incierto futuro. Necesitamos trabajar para llenar a diario la despensa, pero no podemos salir de casa. Necesitamos generar dinero para mantener nuestro ritmo de vida, pero vivimos impotentes el confinamiento. Aún así, somos parte del colectivo de “afortunados”. Los “no-afortunados” están ahora mismo recluidos en hospitales donde yacen temblorosos y febriles. Por muy triste que resulte, habrá que admitirlo: algunas de esas personas no podrán salir con vida para contar su propio infierno a pesar del enorme esfuerzo del personal sanitario público. Afortunadamente para todos, muchas de esas personas, saldrán curadas (a saber cuando) y podrán, o bien seguir pensando, o bien empezar a pensar, al igual que lo hacemos los que estamos confinados entre cuatro paredes.
Sea cuando sea que finalice este calvario, hay dos cosas que debemos tener muy claras:
1º-Nada volverá a ser igual: una situación de emergencia sanitaria como la que estamos viviendo, ya ha traído bajo el brazo la inevitable emergencia económica que está arrasando con la mayoría de estructuras productivas actuales. Miles de empleados, pequeñas empresas y autónomos, saben que no volverán a recuperar su empleo anterior. La ya habitual torpeza e improvisación política “made in spain” nos ha conducido a poner todos los huevos en la misma cesta de “Servicios, Viajes y Turismo”, y ya se ha roto la cesta: tras habernos convertido en uno de los países punteros en contagios, tardaremos años en recuperar el estatus de destino vacacional preferente…
2º- Con un sistema económico en coma, debemos pensar como queremos que sea el que (entre todos) vayamos a adoptar. En su tratado sobre la “Servidumbre Voluntaria” el joven francés “La Boétie” explica muy bien que cuando algunos detentan el Poder es siempre porque el resto ha aceptado obedecer. El Poder no se destruye con bombas, basta con decirle NO y se muere solo.
Todas las noches aplaudimos a la Sanidad Pública que nos cuida, en el futuro y por coherencia, habrá que decir NO a la privatización de la Sanidad. Si no queremos trabajar 12h al día por 950€ al mes, habrá que decir NO a la sobre-explotación, y habrá que expresar un sinfín de NOES más...
Si para cambiar el juego, queremos vivir en un mundo mejor y dejarlo en herencia a nuestros hijos y nietos, habrá que hablar, razonar y pensar en lo que realmente importa: algo tan sencillo como recuperar la dignidad y tratar con respeto a nuestros entorno y al resto de seres vivos que hacen de este planeta un lugar habitable. Ya sean vecinos, animales, mares, plantas o bosques.
Ahora precisamente que estamos sufriendo en nuestras carnes las consecuencias de vivir sometidos a un modelo egoísta, liberticida y depredador cuyo mayor logro ha consistido en conducirnos a esta inédita y grave crisis sanitaria, es cuando debemos re-pensar si estas son las reglas del juego que nos conviene mantener, o si deseamos cambiarlas: de nosotros depende, ya que todavía estamos a tiempo…
Helio Yago.