La Peste.
En 1947, Albert Camus publica una novela llamada “La Peste”. Su otra novela ya publicada “El extranjero” y su posterior ensayo: “El hombre rebelde”, le conducirán al Premio Nobel. Evidentemente esa no es la cuestión que me ha llevado a escribir estas líneas. Si bien “La Peste” tiene muy diversas lecturas e interpretaciones, hay una primera ineludible: la fragilidad del ser humano enfrentado al absurdo mundo que le impone tener que convivir con una plaga mortífera. Eso convulsiona su universo, y desvela su incapacidad de dar respuesta a los retos que enfrenta. Pero ahí no acaba la metáfora, que pasa a ser “polifónica”, ya que las distintas lecturas, interpretaciones y voces que se alzan, nos acercan a similitudes con situaciones ya vividas o por vivir.
El contexto temporal de la Peste (finales de la década de los años 40) ha dado a luz, a innumerables interpretaciones de la novela:
-La España del alzamiento nacional que nos condujo al fascismo del que nunca hemos sabido salir, por estar aún encerrados en el laberinto execrable de nuestra historia reciente.
-La vida en una Francia ocupada por la bestia parda del Nazismo.
-El mundo concentracionario donde los unos aniquilan a los “otros” (por ser judíos, gitanos, homosexuales, republicanos, discapacitados, disidentes, y un muy largo etc.)
La España actual da mucho de sí para ilustrar la metáfora. En la novela, la ciudad argelina de Orán es atacada por La Peste. Aquí, como somos mejores, el ámbito de infección alcanza al país entero. Ante la plaga, algunos se resisten a aceptar la fatalidad y ayudan a los infectados; otros mercadean con el dolor ajeno y la muerte; otros se insensibilizan y esperan a que pase la plaga escurriendo el bulto para que no les afecte a ellos; otros intentan escapar; los poderes públicos, desbordados e incapaces de resolver nada, se limitan a legislar inútilmente, como si una enfermedad se curase con decretos y leyes.
Esa plaga impone de entrada la aceptación de nuestra más profunda verdad como humanos: la ya trágica incapacidad de adaptarnos a las nuevas realidades que nos surgen a diario, y a las que siempre respondemos con viejas recetas que ni sirven ni resuelven nuestros actuales conflictos.
Aunque a estas alturas, ya casi es innecesario, convienen recordar que la miserable codicia de unos pocos, empobrece a la humanidad entera. Esos codiciosos, no solo nos devoran a los de abajo, también se devoran entre ellos como tiburones sedientos de sangre. Nada les parece suficiente. Son tan burros, que hasta se cargan el planeta en el que viven, solo por codicia. Gestionan la política como una herramienta a su servicio. A su vez, la política gestiona la ley y su aplicación con el fin de purgar todo pensamiento molesto para sus amos...
A ninguna persona pensante puede extrañar ya la perversión de todos los sistemas públicos:
La Enseñanza se prostituye para plegarse a los deseos del Poder. El caso Cifuentes y tantos otros que desconocemos, no son más que pequeñas gotas de agua en un océano de corrupción y sórdidos intereses. Lo absurdo reina por doquier: el pobre que apenas puede pagar a base de privaciones, tiene que abonar cantidades ingentes de dinero para acceder a un título universitario que se le regala al que más tiene “por ser vos quien sois”. El desprestigio es norma y el nepotismo conlleva que quienes con sudor sacan un título, se vean inexorablemente abocados a elegir entre emigrar o trabajar de camareras/os en un puesto de comida rápida.
La Sanidad Pública se ve día a día recortada en recursos (ya sean humanos o técnicos) porque dicen que hay que ahorrar en Salud: el único bien tangible común a todo ser humano. Evidentemente en beneficio de instituciones privadas donde el que puede pagar goza de todos los adelantos. El resto nos morimos de asco esperando en una lista el acto médico que nos puede curar…
El mundo laboral es y sigue siendo el más castigado por partida doble: quienes tienen un trabajo, no llegan a finales de mes y el desequilibrio de género sigue haciendo estragos. Esa criminal gestión aboca a los jubilados a padecer unas pensiones de miseria porque el sistema no genera ingresos. ¡Vaya novedad! ¿Que ingresos puede aportar al sistema público de pensiones, una persona con contrato eventual y cuyos ingresos no le alcanzan ni para comer?
Esa es "Nuestra Peste". Una plaga que nos encierra en la prisión del miedo al cambio, o en la obediencia a un Poder corrupto hasta la médula. Es la negación de uno mismo: la aceptación de la miseria humana, la corrupción y la podredumbre como algo ineludible de lo que nadie puede librarse.
Un maestro pensador francés llamado “La Boétie” (también inspirador del escritor/filósofo Camus) ya publicó en el año 1574 unos fragmentos de su “Tratado de la servidumbre voluntaria”. Inicialmente escrito en latín, lo pasó al francés en 1576. Sorprende la sensatez y capacidad de ese “muchacho” que escribe semejante tesis a la increíble edad de 16 a 17 años.
Lo original de su tesis, es que nos demuestra que el servilismo ante el Poder NO es algo forzoso y lo formula así: No se puede concebir que una ínfima minoría de personas puedan obligar a la enorme masa de ciudadanos de un país a obedecer ciegamente sus dictados. De hecho, todo Poder, incluso impuesto por la fuerza de las armas, no puede eternamente dominar a una sociedad sin su consentimiento, ya sea activo o resignado.
Para “La Boétie”, la respuesta es bien sencilla: “decida usted dejar de servir al amo y será libre.” También formula lo mismo aunque de otra manera: “El poder existe en la medida en que te sometes a él, si como a colectivo humano lo rechazamos, dejará de existir al instante.”
El gran poeta argentino: Facundo Cabral, en unos de sus innumerables monólogos irónicos atribuía a su abuela, la siguiente frase: “¿Que es un general desnudo?”. Lo cual viene a decir que si le quitas al Poderoso sus medallas, insignias y uniforme, pasa a ser un individuo más, como cualquier otro.
Ni Camus ofrece panaceas universales ni siquiera una respuesta que pudiera entenderse como LA RESPUESTA. No existe respuesta concreta al absurdo del universo. Simplemente hay respuesta individual, la única capaz de hacer posible una acción colectiva: la libertad de cada cual permite la colaboración de todos para mejorar la condición humana. La respuesta de quienes estamos confrontados al absurdo cotidiano se ubica en la acción: Las personas debemos luchar contra el sufrimiento humano, porque es imperativo actuar de forma no violenta pero con la fuerza de la DECENCIA enfrentándonos a su antagónica INJUSTICIA.
No podemos consentir ser mercancía, ni trabajadoras/es de tercera, ni jubiladas/os enfermas/os y/o hambrientas/os. No vinimos al mundo para saciar la avaricia de unos pocos, sino para VIVIR. Y vivir, consiste en reivindicar nuestros derechos más elementales: Dignidad, Libertad, Justicia, Solidaridad, Igualdad, Humanidad, Respeto, etc... Tampoco podemos consentir que ciertos mesías se adueñen de nuestra capacidad de pensar y nos guíen al igual que Moisés atravesó el mar muerto conduciendo a sus huestes hacia la tierra prometida: NO somos un rebaño de borregos obedientes.
En calidad de seres humanos, no queremos ser esclavos de nadie. Queremos ejercer nuestra libertad dentro de una ética de respeto al prójimo, a la tierra que nos cobija y a las plantas y animales que nos rodean. Ese es el único entorno posible de respeto aceptable. Quienes nos esclavizan son nuestra propia “Peste” y debemos erradicarla. Solo de cada una y cada uno de nosotros depende conquistar independencia y libertad, ya que NADIE lo va a hacer por nosotros.
Helio Yago.