Al hilo de las elecciones francesas..
Posted by admin on 25 Abr 2022 in Cosas que pasan, Real como la vida misma
Este sábado había quedado con amigos que son ya de la familia, para almorzar, visitar las exposiciones de La Nau, y comer en un lugar que nos gusta.
Mi pareja me dejó en la zona de la Malvarrosa donde esperaba tomar un autobús que conduce al centro. Subí al autobús casi vacío a las 9h de la mañana, pagué mi billete y me senté tranquilamente en los asientos destinados a personas con diversidad funcional.
Una vez instalado, me di cuenta que no llevaba puesta la mascarilla (o cubre-bocas). Una señora sentada cerca de mí al otro lado del bus si que la llevaba, y al registrar mi mochila de fotos me entró el susto al no encontrar las mascarillas de recambio. Esas que siempre suelo llevar conmigo.
Le pregunté a la señora si era aún obligatorio llevarla en el Bus. Ella muy amablemente me contestó que SÍ con un inconfundible acento salvadoreño, al tiempo que se sacó del bolso una FFP2 sin estrenar y se levantó de inmediato para regalarme esa que llevaba precisamente de recambio.
Me comentó que durante la pandemia le había pasado a ella también alguna vez, el olvidar su mascarilla, y siempre había encontrado a alguien amable que le había regalado una nueva, así que se sentía feliz de poder devolverme a mi el favor que tantas veces le habían hecho a ella.
Esa humilde señora de tez morena cargada con sus bolsas, iba seguramente a limpiar a alguna casa céntrica para ganarse el sustento. Probablemente nunca podré volverla a ver, ni agradecer su gesto desinteresado que tantas cosas removió en mi.
A medida que el autobús nos acercaba al centro, yo sentía que la actitud cívica y educada de esa señora "extranjera" que me había ayudado, me hacía sentir vergüenza de mi país y su rampante racismo; también sentí vergüenza de esa Europa que este fin de semana pasado se estaba jugando a los dados electorales la poderosa presencia de los "Le Pen" y sus "colegas" ideológicos. Esos xenófobos y malnacidos racistas que llevan décadas tejiendo su nido en los espacios sociales más cerriles e incultos del viejo mundo, con el fin de cerrar las puertas a cal y canto a quienes aspiran a un futuro mejor, entregando su vida al trabajo más duro que nadie (salvo ellos) quiere hacer.
He sido emigrante, y debo todo lo que he sido y soy, al hecho de que mis padres emigraran precisamente por mí. Éste mi país, jamás me habría ofrecido ni la décima parte de los estudios y la educación que recibí fuera. Es una lección de vida que nunca olvidaré. Si por casualidad tuviera la tentación de olvidar, la actitud de esa humilde emigrante me refrescó muy bien la memoria...