Punto de reflexión: Los que se hayan interesado en esa novela de Zola, ya sea viendo esta serie o simplemente leyendo el libro. se verán atrapados en el doble discurso del autor, que se guarda muy mucho de aclarar lo que es incapaz de aclararse a sí mismo, porque sigue un discurso voluntariamente confuso y a la vez contradictorio.
En los últimos capítulos de la novela, Zola expone con todo lujo de detalles la catástrofe a la que conducen los pactos con la patronal, recreándose en lo que significa perder una huelga general de la minería ante una fuerte e intransigente patronal. Eso queda patente y evidente. PERO, por otro lado, Ilustra y cuenta en toda su crudeza la labor de catársis de "Souvarine", el maquinista anarquista ruso, que afirma y confirma que la única acción posible ante semejante explotación/alienación no es otra que la destrucción de la mina como simbólico sujeto activo de la bárbara explotación patronal.
Si bien Zola hablará al final de esa semilla de revuelta que germina en las minas, no especifica si es la semilla que ha plantado el sindicalista de la internacional marxista: "Étienne Lantier", o si es la destrucción anarquista que plantea y ejecuta "Souvarine", cuyos actos conducen a la muerte de casi todos los mineros atrapados en la inundación del pozo. Tampoco podemos desdeñar en ese canto al nihilismo inmisericorde, el asesinato de la joven y guapa burguesa Cécile a manos del abuelo Vincent Maheu cuyo apodo le viene predestinado al ser "Bonnemort" (buena muerte).
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Muchos llegamos a pensar (creo ahora que equivocadamente) el siglo XX como el que más horror había provocado en la humanidad. Destacó especialmente la Primera Guerra Mundial (1914/18) que se “vendió” como patriótica cuando era solo cuestión de intereses económicos y dominios sobre colonias a explotar. En esa guerra que causó millones de muertos en todo el mundo, Alemania ya hizo gala de una terrible ausencia del menor criterio ético-moral iniciando el primer uso bélico de gases de cloro en las trincheras: muchos soldados murieron expulsado sus pulmones a trozos por la boca…
La Segunda Guerra Mundial 1939/45 puso a la humanidad contra las cuerdas de lo moralmente soportable, tras sus más de 70 millones de muertos: civiles rusos asesinados por considerarse infrahumanos, campos de exterminio y hornos crematorios donde perecieron más de 6 millones de judíos, junto a republicanos españoles, homosexuales, sacerdotes decentes, gente de etnia gitana, etc... y todo eso en ciudades del Este donde nadie oía nada ni veía nada, etc.
Esos aciagos tiempos de mediados del Siglo XX, dejaron tal huella de horror en la humanidad, que casi todos los dirigentes políticos del mundo, se lanzaron entusiasmados y de inmediato, a crear la Sociedad de Naciones. Antesala de lo que luego pasó a ser la ONU, cuya explícita misión era evitar con el diálogo la reproducción de semejantes atrocidades.
Es cierto que el horror de la guerra no deja indiferente a nadie, y la profusión de películas de guerra convenientemente aderezadas ha implantado un evidente y lógico rechazo hacia la violencia armada. Pero no podemos engañarnos: nada impidió que siguieran proliferando las “pequeñas guerras coloniales” que sin ser ya mundiales, desestabilizan regiones enteras atendiendo a meros intereses económicos. Desde la tan vilipendiada guerra de Viet-Nam, hasta la de Corea, llegando a la de Irak, tras pasar por decenas de ellas, tenemos un largo etc... de salvajadas humanas en las que ya no se lleva el agotado disfraz de patriotismo. Ahora se usan otros eufemismos. Ya no se estila decir: “Queridos conciudadanos tenemos que defender a la Patria amenazada por el sanguinario enemigo” ahora se suele decir “vamos a defender los intereses estratégicos que nuestras empresas tienen en esta región”. Da igual: las víctimas son siempre los mismos inocentes de siempre...En resumen, estamos igual que antes pero con el agravante de que ha triunfado un modelo económico liberticida y austericida que se ha quitado la careta del pudor y lo ha convertido absolutamente TODO, en mercancía a disposición de quien la pueda pagar. Lo que antaño provocaba rechazo social por su inmoralidad, ha pasado a ser algo tan natural, que ya se integra en el binomio mercantil convertido en religión: La Oferta nace de la Demanda.