Tras décadas de observación del comportamiento humano ante el Poder, es cada vez más raro tragar con la mentira institucional sin al menos rebelarse para decir NO al atropello. La Dictadura impuesta en Nicaragua por el dúo estático: Daniel Ortega y su esposa: Rosario Murillo, hace años que apesta a kilómetros de distancia…
Tras pasar por el gobierno con el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, estuvieron bastante tiempo en la oposición, hasta regresar, y hacer lo imposible por quedarse. Posiblemente sean lectores del brillante Nicolás Maquiavelo.
Maquiavelo desarrolló una teoría bastante sencilla que se sustenta en dos sólidos pasos:
El primero consiste en hacer todo lo posible por tomar el Poder (no es necesario decir que Maquiavelo ignora olímpicamente los conceptos de ética o decencia. Para él, el fin siempre justifica los medios). El segundo paso es la lógica prolongación del primero: no basta con tomar el Poder, ya que puede ser arrebatado por cualquier otra persona que tenga aún menos decencia y escrúpulos. Por consiguiente, una vez en el Poder, toca hacer lo inimaginable para mantenerse en él. Algo en lo que, independientemente de su ideología, nuestra historia está plagada de ejemplos, a cada cual más obvio y pernicioso.
La Filósofa española María Teresa González Cortés, analiza magníficamente el fenómeno de los grandes “mesías revolucionarios” en su obra titulada: “Los monstruos políticos de la modernidad”. Adjunto un par de extractos de Miguel Angel Díaz Paniagua sobre esa obra:
“Los Monstruos políticos de la Modernidad es una historia de los movimientos utópicos de Occidente, una historia que abarca de 1789, punto de arranque de la Revolución francesa, a 1939, momento cenital de la Revolución socialista nazi. Y a lo largo de las cinco partes en que se divide el recorrido por 150 años del pasado de Europa, su autora, la filósofa González Cortés, procede no solo a revisar todo el andamiaje barroco edificado conceptualmente en torno a las ideologías revolucionarias contemporáneas, sino a demostrar (por medio de textos filosóficos, discursos políticos y estudio de legislaciones) cómo el culto a dichas ideologías entrañó, y desde su base, unos elevados umbrales de déficit democrático, causantes, en el siglo XX, del curso asesino del Estado.
[…]
Ahora bien, el despotismo y la tiranía no fue solo un recurso en el que cayeron con facilidad los líderes del pasado. Asimismo, el despotismo y la tiranía constituyeron el ideal político por excelencia de la clase intelectual europea, pues durante 150 años buen número de pensadores y filósofos prefirieron, como demuestra la autora, adentrarse en los caminos platónicos de la ficción y materializar sus proyectos políticos de transformación al margen y por encima del respeto a la vida de las personas.”
(Fin de la cita)
Tal como expresa González Cortés, el déficit democrático, la ausencia de libertad, el asesinato en masa, incluso el genocidio o los encarcelamientos a vida de disidentes, no son en ningún caso una excepción. Son la regla en todas las revoluciones que han sucedido a la Revolución Francesa de 1789: “Libertad, Igualdad y Fraternidad, SI, claro que SI, pero ahora NO, ya veremos luego… más adelante, o tal vez nunca, en todo caso, será solo cuando yo, vuestro líder indiscutible y único poseedor de la verdad, considere que sois capaces de gestionar bien mis enseñanzas. Ahora, y muy a pesar mío, os impongo padecer: dictadura, prisión, terror y asesinatos en nombre de esos principios tan nobles e humanistas que todos defendemos.”
Esos líderes revolucionarios (curiosamente, son siempre hombres con fuerte carácter dominante), inician sus revoluciones con un ideario teórico atractivo e idílico: canto a la libertad, igualdad y hermandad, etc. Evidentemente, como a personas racionales que somos, tenemos siempre una enriquecedora diversidad de opiniones, y cuando el líder se da cuenta de que no todo el mundo comulga al pie de la letra con su ideología y/o estrategia, la regla básica del Poder Absoluto sale a la palestra: "o conmigo, o contra mí". A partir de ahí, ya desaparecen la libertad, la pluralidad y la hermandad; dando paso a alambradas, campos de internamiento, tortura, muerte o simple desaparición forzosa del disidente.
No hay nada nuevo bajo el sol. Toda revolución arranca de principios que pueden ser asimilados a la evolución de las religiones. Jesucristo NUNCA habló de matar, castigar, odiar… no hizo falta. Para eso estaban SUS auto-proclamados "intérpretes" que redactaron esos textos llamados “sagrados” a los que se puede hacer decir lo que a cada cual le conviene. Al igual que ocurren con el Corán o la Torá. Cualquiera que se adentre en las sagradas escrituras religiosas encontrará lo que le interese encontrar. Si busca ayudar, aliviar al que sufre, calzar al descalzo, dar de comer al hambriento, ahí está todo, perfectamente explicado y justificado… Si lo que busca es exterminar al que no piensa como él, también hallará textos que justifiquen el exterminio del infiel, las santas cruzadas, la Inquisición y todos sus refinamientos en el arte de torturar…
Como acabo de decir más arriba, todo está siempre justificado. Cada cual interpreta a su gusto lo que le dicta su credo ideológico. La similitud entre Revoluciones y Religiones alcanza también el ámbito de las “metas”: el cristianismo viene a decir que este mundo es un valle de lágrimas, pero que la paciencia es una virtud, ya que si hemos sido buenos, tras la muerte nos espera el paraíso. Los vendedores de paraísos revolucionarios, utilizan la misma cantinela: ahora toca prisión, terror, campos de exterminio, pero tened paciencia que cuando consigamos liberarnos de los disidentes, llegará el mundo prometido… Hasta hoy, nadie ha visto el paraíso en el cielo, ni la libertad en ninguna revolución.
Regresando al inicio de este pequeño artículo, el nicaragüense Daniel Ortega, no es una excepción a esa regla, es solo un trilero más en la larga lista de revolucionarios farsantes que nos regaló el siglo XX. Claro que tiene a la extrema derecha contra él. Claro que tiene a las multinacionales contra él, y claro que las cloacas del gobierno USA harán todo lo posible por hundirlo, pero el hecho de tener tan tenebrosos enemigos no le convierten en buena persona. Ha maltratado a su pueblo, le ha robado la libertad, le ha engañado con promesas incumplidas y ha empleado una violencia salvaje contra sus conciudadanos, para poder mantenerse en el Poder a cualquier precio.
¡Cuanto nos falta aún por aprender!. Entre muchas cosas: a ser auto-críticos con esa izquierda de pacotilla que pasea pancartas e ideales que nunca se aplica a si misma. Desgraciadamente, los enemigos de mis enemigos NO siempre son mis amigos, por consiguiente: el hecho de que Trump odie a Daniel Ortega y le intente derrocar, no convierte a Daniel Ortega en un santo.
Nicaragua no es un bastión de la izquierda Sandinista, es solo el cortijo de un par de vividores (y su corte de lameculos) que han dirigido una aparente “causa justa” hacia metas tan poco nobles como el enriquecimiento personal apoyándose en un autoritarismo dictatorial. Cuando caiga ese esperpento, me alegraré. Y si Nicaragua cae en manos del neo-liberalismo, no será culpa de los que han luchado por su libertad, sino de sus miserables gobernantes actuales, que han preferido reprimir la justicia para llenarse los bolsillos masacrando de paso, a los nobles defensores de la revolución popular Sandinista que les aupó al poder...
Por favor, dejemos ya de defender lo indefendible...
Helio Yago.